
Foto: Thompson Madrid
Ten en cuenta el colchón
De poco sirve un dormitorio bien distribuido si se descuida algo elemental: el colchón. Pasamos un promedio de 8 horas diarias durmiendo, lo que equivale a un tercio del día y alrededor de 26 años de nuestra vida. Sobre el papel, la cifra puede sorprender, pero en realidad, el sueño desempeña un papel fundamental en la reparación del tejido celular, la regulación metabólica y del estado de ánimo, las funciones inmunológicas adaptativas y el almacenamiento en la memoria de todo lo que hemos aprendido durante el día.
Aunque el colchón no cuenta con una fecha de caducidad, no hay que esperar a que se deforme o provoque molestias para adquirir uno nuevo: hay que renovarlo cada 8 o 10 años. Siendo conscientes de la amplia oferta disponible en el mercado, tómate tu tiempo antes de comprarlo. De hecho, lo ideal es que te acerques a una tienda física y lo pruebes con ropa cómoda y holgada para comprobar si te gusta su firmeza, dependiendo de cómo suelas descansar: si lo haces boca arriba, es mejor uno rígido; boca abajo, más blando; y de lado, uno de rigidez media. Claro está, no es lo mismo dormir solo que en pareja.

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En algunos casos es aconsejable la independencia de lechos; es decir, que el colchón absorba el movimiento de quien tienda a moverse mucho o si el peso de ambos difiere en exceso. En este sentido, y dadas sus propiedades, tanto los de muelles ensacados como los de espuma viscoelástica son una buena opción, aunque también existen los denominados colchones gemelos: pensados para bases articuladas, se trata de dos colchones individuales que se ajustan en tamaño a la medida de una cama de matrimonio y que van unidos con una cremallera especial que simula uno solo. La base también importa: mientras que los somieres de láminas funcionan bien en los de espuma, viscoelástica y látex, ya que proporcionan ventilación y flexibilidad, los de muelles requieren bases más sólidas.