A la hora de diseñar cualquier ambiente de nuestro hogar, es fundamental considerar qué muebles van a colocarse y el tamaño que estos tendrán, especialmente, en el dormitorio. La cama que elijamos —desde una individual de 80 x 190/200 cm hasta una king size que llega a los 200 x 200 cm— convivirá con otros elementos como el armario o la mesita de noche. Partiendo de que la normativa urbanística establece que un dormitorio de uso individual debe tener al menos 9 m², y 12 m² si se duerme en pareja, hay diversos aspectos a tener en cuenta. Te contamos.

Qué tener en cuenta al organizar los elementos de un dormitorio

En primer lugar, la posición de la cama: si se comparte, suele acomodarse con el cabecero pegado a una de las paredes y centrada en la habitación, dejando una holgura mínima de 70 cm —no solo con las paredes, sino también con el resto del mobiliario— para facilitar el paso y el acceso; si únicamente duerme una persona y la cama está pegada a una de las paredes, también es necesario dejar esos 70 cm en el frontal y el lateral.

Del mismo modo, según la misma normativa, cualquier dormitorio debe contar con una ventana para facilitar la ventilación y la entrada de luz natural. Aunque algunas personas prefieren colocar la cama debajo de la ventana por razones meramente decorativas, es preferible no hacerlo, ya que térmica y acústicamente no aísla igual de bien que una fachada.

7 ideas para una distribución correcta y sensata del dormitorio 

Dormitorio de la espectacular Penthouse de Thompson Madrid donde dormir en el cielo.
Foto: Thompson Madrid

Ten en cuenta el colchón 

De poco sirve un dormitorio bien distribuido si se descuida algo elemental: el colchón. Pasamos un promedio de 8 horas diarias durmiendo, lo que equivale a un tercio del día y alrededor de 26 años de nuestra vida. Sobre el papel, la cifra puede sorprender, pero en realidad, el sueño desempeña un papel fundamental en la reparación del tejido celular, la regulación metabólica y del estado de ánimo, las funciones inmunológicas adaptativas y el almacenamiento en la memoria de todo lo que hemos aprendido durante el día.

Aunque el colchón no cuenta con una fecha de caducidad, no hay que esperar a que se deforme o provoque molestias para adquirir uno nuevo: hay que renovarlo cada 8 o 10 años. Siendo conscientes de la amplia oferta disponible en el mercado, tómate tu tiempo antes de comprarlo. De hecho, lo ideal es que te acerques a una tienda física y lo pruebes con ropa cómoda y holgada para comprobar si te gusta su firmeza, dependiendo de cómo suelas descansar: si lo haces boca arriba, es mejor uno rígido; boca abajo, más blando; y de lado, uno de rigidez media. Claro está, no es lo mismo dormir solo que en pareja.

dormitorio
Foto: Nexia

 

En algunos casos es aconsejable la independencia de lechos; es decir, que el colchón absorba el movimiento de quien tienda a moverse mucho o si el peso de ambos difiere en exceso. En este sentido, y dadas sus propiedades, tanto los de muelles ensacados como los de espuma viscoelástica son una buena opción, aunque también existen los denominados colchones gemelos: pensados para bases articuladas, se trata de dos colchones individuales que se ajustan en tamaño a la medida de una cama de matrimonio y que van unidos con una cremallera especial que simula uno solo. La base también importa: mientras que los somieres de láminas funcionan bien en los de espuma, viscoelástica y látex, ya que proporcionan ventilación y flexibilidad, los de muelles requieren bases más sólidas.